Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

sábado, 21 de octubre de 2017

Contra la ofuscación:


¡FALTA MÍSTICA!

No sé exactamente qué es la mística. Sé lo que a mí me parece que es la mística, pero me ha dicho mi amigo Pedro, que es un prestigioso filósofo especialista en la obra de María Zambrano, que es autoridad en el tema, que estoy en lo cierto. Así que allá voy!

Yo no veo misticismo en Santa Teresa ni en San Juan de la Cruz, veo en ellos un metafórico y sublimado salimiento divino, pero no veo misticismo.

Me voy a explicar con una imagen: una esfera o una circunferencia.

Una circunferencia es una línea que rodea parte de una superficie, que es un círculo, que tiene un centro. y una esfera una superficie que rodea parte de un espacio tridimensional que también tiene un centro. En tales centros se aloja la mística.

En la circunferencia o en la superficie esférica está la realidad fenoménica. Y cada punto es una realidad distinta de la de todos los demás puntos, de todas las demás realidades. Cada punto es distinto de cualquier otro, tanto de los más cercanos como de los más lejanos. La circunferencia y la esfera son reinos del solipsismo. Nada se relaciona con nada ¡Pero es la pura realidad! Malamente perceptible, totalmente inmanejable pero absolutamente real.

Para buscar relaciones, parecidos o diferencias hay que salir de la realidad y bucear en el interior del círculo o de la esfera y reconocer "aboles filogenéticos". Vemos, o mejor dicho, determinamos, por ejemplo, que todos los hombres y todas las mujeres participan de una común humanidad. Y que un poco más hondo se enraíza con los monos, por ejemplo. Que más hondo están enraizados todos los vertebrados. Que más hondo tenemos raíces comunes con los cordados: lampreas, gusanos y ascidias que forman racimos pegados al fondo del mar con más pinta de vegetal que de animal. Y así podemos seguir profundizando y descubriendo parentescos insospechados. Pero ¡ojo! eso no es la realidad. Sirve para manejarse uno con la realidad pero no es la realidad. Porque no hay más realidad que la periférica.

En el centro mismo de esa esfera o de esa circunferencia cuya "sustancia" es metafísica, más allá de la física, que es la fenomenología, está, ya digo, la mística. En ese lugar algunos colocan a Dios. Pero los hay, algunos sufíes, que consideran que Dios es la primera fenomenología ¡que tiene tela!

El auténtico meollo, el auténtico centro ni tiene nombre, y nada se sabe de él ni tiene manifestación alguna. Ese meollo tampoco es real. Pero sirve para vérselas uno con la realidad. Porque es como una potentísima lupa con la que se puede distinguir lo que es de lo que no es y relativizarlo todo. Es la sublimación de la metafísica. Y la metafísica se practica cuando se emplea el verbo SER.

Moraleja: si nos quedamos en la mera circunferencia, o en la mera superficie esférica y no salimos de esa realidad nos aguarda la total incomunicación. Pero si buceamos un poco vemos que todo se relaciona con todo, y que esas barreras infranqueables son pura patraña. En plan kantiano: en la periferia están los fenómenos y en el interior los nóumenos, Los fenómenos son verdaderos pero inabordables salvo que se recurra a los nóumenos, que no son verdaderos ¡y no se pueden tener por verdaderos! que eso conduce a la catástrofe.

Entonces ¿qué?

Pues que vivimos en una incertidumbre. Que la cultura es de natural fantasiosa, que nunca podremos estar seguros de nada y agarrarse a cualquier certidumbre es aliarse con la locura.

Me preguntaréis ¿es seguro eso que dices?

Pues no, porque es un entramado de nóumenos y esos nunca son seguros.

Ergo Don Pedro llevaba razón: vivimos en un sueño y el despertar es morir para siempre.

Me diréis ¿a qué viene ese sermón relativista?

Pues viene a que ya me agota tanto absolutismo, tanta noticia de gente tan segura de la certeza de sus ideas, y de que sus nóumenos son verdaderos, cuando -por definición- no lo son. Y eso nos lleva de cabeza al fenómeno fatal.

¡Y esa catástrofe sí que es verdadera!


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