Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

sábado, 8 de julio de 2017

La gramatical ambigüedad.

EL GÉNERO NO MARCADO.

Esta mañana hemos acompañado a nuestra hija, que está embarazada, al médico ¡todo perfectamente! y en primer lugar la recibió un sanitario que le pasó un cuestionario. Me fijé en el cartelito que lucía bajo su clavícula izquierda que ponía "MATRONA".

No se trataba de una mujer, sino de un hombre. Regordete, calvo y con poblado bigote.

El cartelito es perfecto, porque lo que indica es lo que debe indicar: que esa persona ejerce la profesión de matrona. Y el que sea hombre o mujer no viene al caso. Si uno tiene curiosidad no hay que mirar el cartelito, sino el bigote.

Esto nos lleva a un memorable artículo de El País del 8 de marzo de 2012, cuyo autor es el académico de La Española D. Pedro Álvarez de Miranda, titulado "El género no marcado".

En dicho artículo dice el autor que la economía es esencial en la lengua. Por lo que basta decir, por ejemplo: "Hay hombres que son muy cultos y otros menos", y con ello quedan abarcados hombres y mujeres.

Y que en este caso, y en muchos más "hombre" no es del género masculino, sino del género "no marcado". O sea, neutro verdaderamente.

¿Y cómo se puede diferenciar que una palabra es de género masculino o de género no marcado?

Pues por el contexto.

¿Hay que inferir que en la lengua castellana el género no marcado, o sea el neutro, tiene la misma forma que el género masculino?

Pues no necesariamente como se deduce del empleo de la palabra matrona, que tiene la terminación característica del género femenino para indicar tal oficio. Que ejercen tanto mujeres como hombres.

Cabe preguntarse ¿a qué se debe que lo más frecuente el género no marcado sea igual que el género masculino?

Pues seguramente se deba a que históricamente las mujeres se dedicaban mayoritariamente a trabajos doméstico y los hombres a trabajos extra-domésticos.

No obstante hay excepciones, como matronas y enfermeras. Por lo que lo suyo sería que los géneros no marcados de tales profesiones fueran "matrona" y "enfermera". Lo que pasa es que "enfermero" no suena mal y ha prosperado, mientras que "matrono" suena de pena, por lo que el cartelito del que estamos hablando me parece de perlas.

Mucho me temo que el tema este del "género no marcado" no sea del dominio público, por lo que la gente poco versada en cultura gramatical vea machismo donde no hay tal, sino economía. Por lo que políticos y sindicalistas buscan conservar puestos, y los emolumentos correspondientes, con la cantinela de "ciudadanos y ciudadanas, españoles y españolas" etc. 

Es claramente más económico "ciudadanos" que "ciudadanos y ciudadanas", por lo que en semejantes casos ser "políticamente correctos" supone ser "gramaticalmente incorrectos".

Pero claro, para ser cultos hay que esforzarse y estudiar mucho , mientras que para ser incultos no hay que tomarse tanto trabajo.


O sea que, contradiciéndome, tengo que admitir que es más económico ser inculto que culto, y por ello preferible...

Preferible no, pero para quien quiera conseguir más votos es preferible comerle la oreja a los incultos, porque hay más, y los votos valen todos lo mismo. 

¿No?




lunes, 3 de julio de 2017

Ni más ni menos.

IGUALITARISTA.

No soy feminista ni, mucho menos, machista. Soy igualitarista.

¿Qué es eso?

Partidario de que todo el mundo, mujeres, hombres y hermafroditas tenga igualdad de derechos básicos, esenciales o fundamentales y de respeto por su condición genérica de hombre, mujer o hermafrodita. Y de cualquier condición más particular.

Lo masculino, lo femenino y lo neutro son modos de ser de las personas que implican modos culturales. Modos que son respetables.

Y por encima de las culturas femenina, masculina y neutra tiene que imperar una cultura humana común a toda persona humana. Con la que otras formas culturales más particulares no deben entrar en conflicto, como son las de género, ideología,  nación, etnia, religión, profesión, afición deportiva, etc.

¿Es que somos iguales?

Pues no. Somos diferentes. Cada individuo es único e irrepetible, distinto de todos los demás. De cuantos hayan existido y de cuantos existirán. Y hasta de sí mismo, porque uno ya no es lo que era ni será lo que es ahora.

Pero abundar en esto conduce al solipsismo. Por lo hay que socializarse.

De modo que hay un conflicto que hay que resolver: cada uno es distinto de todos, pero igual en eso: en que es distinto.

Y que para que cada uno sea como es, distinto, tiene que desarrollar un recurso paradójico: la igualdad.


En realidad no hay más que dos opciones: o igualitarista o naufrago. 

Solo o acompañado de otros náufragos.