Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 12 de septiembre de 2010

El agitado estanque del tiempo.

Este post es el nº 183 del Salterio.



LA OLLA DE CRONOS.



¿Existe el tiempo?

El tiempo es una invención humana. Existe como Dios, como los números, como los metros, y los kilos. Y tantas y tantas cosas inventadas por el hombre.

Como todas esas cosas, el tiempo no existe fuera de la voluntad de la gente. Por otra parte no es más que la comparación entre la duración del fenómeno que sea y la duración de un fenómeno que se toma como patrón.

Es de sobra sabido que se suele tomar como patrón del tiempo el empleado por la Tierra en dar una vuelta completa al Sol. A eso se le llama año. Que se divide en meses. Y estos en días. Los días en horas. Las horas en minutos. Los minutos en segundos.

Pero se podría emplear cualquier otra unidad de tiempo, como el necesario en consumirse una vela o en pasar un huevo por agua. Que coincide, como se sabe, con el tiempo que se tarda en rezar un credo.

El tiempo parece que tiene forma sucesiva y lineal. Pero de línea abierta. Es decir que el principio y el final son diferentes. No es eso lo que parece indicar la esfera de un reloj, que las agujas vuelven a pasar muchas veces por los mismos sitios. Se entiende que es una convención. Que las 12 de ayer por la mañana no son las de la noche, ni las de hoy, ni las de mañana.

En cualquier caso la imagen del reloj no me mola. Ni tampoco la del reloj de arena, al que hay que darle la vuelta para que siga funcionando ¡todavía si la arena pasara sin parar! Pero ¿dónde hay un reloj así? Me mola más lo que he llamado “la olla de Cronos”.

Consiste esta imagen en una olla, llena parcialmente de líquido. Tapada herméticamente y más caliente por abajo que por arriba.

Los acontecimientos, las vidas de la gente, son las burbujas que se van formando, es decir naciendo, en el fondo. Viven cuando crecen y se elevan, llegando a la superficie, por la que se deslizan flotando y tendiendo a llegar a la pared. Por allí permanece un rato y acaban por estallar, es decir, por morir. El vapor sube hasta la tapadera, se condensa mezclándose ese líquido con el de otras burbujas. Resbala y termina cayendo sobre el que hierve en la olla.

Cada burbuja dura lo que dura. Tiene su tiempo. Y compararla con un patrón ajeno es algo artificioso que tiene poco que ver con ella.

El caso es que cada burbuja emplea su tiempo, que es lineal, en nacer, vivir y morir. Pero el tiempo de la olla no es lineal, está embalsado. Bullendo, pero embalsado. Y de esa masa hirviente las parcas hilan y el destino teje.

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