Salterio Online

Bienvenidos al blog de Tomás Garcia Asensio también conocido como Saltés. Los que me conocen sabrán de que va esto, y los que no, lo irán descubriendo...

domingo, 15 de noviembre de 2009

Historias Sagradas

Este post, nº141 del Salterio se lo dedico a Sole.

GIGANTES Y CABEZUDOS.

Creo que deberían suprimir la asignatura de historia de todos los planes de estudios. La historia-historia, la historia del arte, la historia de la literatura, la historia de la filosofía, la historia de la ciencia ¡porque todas son historias sagradas! Es decir historias falsas. O, en su defecto, englobarlas todas en la Historia Sagrada.

La historia suele ser la descripción ordenada cronológicamente de hechos trascendentales con sus autores o responsables correspondientes. Cosas maravillosa hechas por gente maravillosa. Maravillosamente buena o maravillosamente mala. Todo depende del lugar que ocupe el historiador.

Son hechos y personajes sacralizados. Colocados en luminosos altares, si son buenos. O en lóbregas mazmorras si son malos. Y se da el caso que los que están el altares en unos países, en otros están en las mazmorras, y al revés.

Porque lo sagrado es lo que se ha decretado indiscutible dentro de un ámbito cultural. Y no sólo en el plano religioso ¡en todos los planos! Por eso no entiendo que se pueda ser ateo y a la vez creyente en los personajes históricos. Porque si no hay que creer en Dios ¿por qué habremos de creer en todos esos dioses menores que son los inmortales?

Aparte de otros inconvenientes lo que más me fastidia es que ante tales gigantes y cabezudos los que somos gente corriente quedamos empequeñecidos. Como efecto de una ilusión óptica tan desfavorable.

Esos patrones establecidos no han sido concebidos sólo para decorar sino principalmente para ser imitados, en una misión imposible. Pero tal situación no es, como parece, absurda porque tiene un fin: el de someter, aunque sea fastidiando.

Esa carambola, a la que nos prestamos con gran docilidad, es el plan trazado por una elite que nos tiene en un puño, o bajo su bota. Y ¿la odiamos por eso? Pues no. Sino que adoramos y nos matamos por imitarla.

Reconozco que soy un demagogo de cojones. Pero no lo puedo remediar. Ni tampoco quiero.


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